SAN GIL

Se dice que cuando se descubrió la mina de plata de Condoroma, la compañía que se hizo cargo de la explotación, contrató obreros de toda condición para los trabajos de: exploración, construcción del campamento, vivienda de empleados, oficinas, depósitos, almacén, etc.

Con las obras vino cierto señor apellidado San Gil, un hombre honesto, caritativo, veraz, trabajador, cariñoso y amable, endiosado por los pobladores, amigo de los trabajadores, que según la tradición, condujo el almacén de la compañía desde que inicio sus operaciones hasta el día que la mina cerró por haberse perdido el venero.

Cuando la Compañía tuvo que abandonar la explotación de la mina, en virtud a los méritos ganados por el almacenero, no pudiendo llevar parte de las maquinarias, herramientas y otros equipos, le encargaron la guardiana  encomendándole el cuidado de los enseres que quedaron en el campamento, las viviendas y otros.

San Gil quedo gustoso en Condoroma, con el empleo y con un pequeño sueldo asignado por la empresa, que por cierto percibió durante un tiempo corto, viviendo posteriormente a partir de esa fecha de la buena voluntad de los vecinos, que no dejaron de proveerle lo necesario a cambio de los servicios que él les prestaba como vidente y agorero, poseedor de un sexto sentido increíble. 

Cuando el murió, sus amigos lo enterraron detrás de la capilla de Condoroma, ese día mucha gente que por el fue favorecida lloro por su deceso.

Cuenta la tradición que a uno de los desconsolados, se le apareció en pleno día y le dijo: no llores, yo siempre estaré a tu lado cada vez que me necesites, y en igual forma al lado de cualquiera de nuestros hermanos, que levantaren mi nombre a cualquier hora del día, siempre estaré presente en vuestra memoria. Todo lo que te estoy diciendo particípales también a los amigos y compañeros.

Los vecinos del Pueblo de Condoroma para perennizar la memoria de San Gil, pensaron abrir la fosa de tierra y retirar los restos ahí enterrados, para conservarlos en un cajón mortuorio dentro del templo, parece que esto hicieron, pero alguien que no estuvo de acuerdo los hizo desaparecer; es cuando los vecinos enterados de que los restos de San Gil habían desaparecido trataron de subsanar la perdida con otro esqueleto fabricado en yeso, depositándolo en el templo en un lugar visible, que hasta hoy se conserva.

La imagen de San Gil, para los creyentes es milagrero, aunque algunos dicen que los restos originales que hoy se encuentra en poder de un incógnito; son los que verdaderamente realizan los milagros.

Cuando el interesado, encendiendo 4 velas, a través del personaje encargado de la custodia de los restos originales de San Gil, pide justicia contra aquel que le ha hecho daño. San Gil en virtud de la petición, dicta la sentencia de muerte del acusado.


Cuando la persona quejosa vuelve a su domicilio encuentra al malhechor velándose con cuatro velas encendidas, o encaminándose al cementerio para su entierro; si ha demorado en volver le dan la noticia  que tal día ha sido el entierro de fulano de tal, que curiosamente es el maleante difunto.

San Gil es el santo abogado predilecto de los pobres, que por su indigencia no pueden alcanzar justicia. Los pobres son victimas de abigeos, maleantes y brujos, que por todo medio buscan empobrecerlos más y mas, ya que la precaria economía de los desposeídos no permite mantener la majadería de esos indeseables, que entre otras cosas quieren que se les invite cerveza por cajas, que sacrifiquen el cordero mas querido para un asadito, o que les entreguen una de su hijas para el amor carnal, so pena de que si no son obedecidos, les cae la venganza si conmiseración.

Autor: Miguel David Zapata Alvarez