Cuentan que antaño un ganadero y su acompañante vinieron de Kayhuma (1), arreando bueyes para venderlos en la feria de Pampamarca (2), habiéndoles cerrado la noche en un sector ubicado al pie del cerro Quishuarani, que esta próximo al cerro Ccaccapunko (3) , lugar donde no había cabaña alguna para alojarse , el ganadero eligió un sitio aparente con pasto atajado y agua de regadío , muy cerca al rio , donde trataron de pasar la noche él y su acompañante.
Los animales que habían caminado casi todo ese día y el día anterior también, se echaron en el pasto para descansar, uno que otro pastaba y tomaba agua.
En ese estado también el dueño vencido por el cansancio después de desensillar su cabalgadura, se sentó junto a su acompañante para comer algo del fiambre que llevaban consigo y beber un poco de vino dulce para la sed.
Cuando terminaron de comer y de beber se quedaron profundamente dormidos hasta el amanecer, cuando despertaron, contaron los animales y faltaban dos de ellos, volvieron a contar, siempre faltaban dos, ¿qué había ocurrido con los dos animales?, el acompañante salió en busca de los bueyes perdidos algunos kilómetros adelante, busco también a los costados e incluso retrocedió en el trayecto, ni rastro de ellos , tampoco había un pastizal mejor donde podían haber estado, ni apriscos de reses donde podrían haberse entropado, decepcionados con la perdida de sus dos mejores toros, después de tomar un frugal desayuno ensillaron sus caballos, y continuaron el viaje esperanzados en que quizás en el camino pudieran tropezarse con ellos, pero no ocurrió nada.
Seguramente algún abigeo estuvo siguiéndoles y en cuanto se durmieron, se llevaron dos de los mejores animales para rematarlos por ahí, se dijeron, eso ha podido pasar, hemos debido turnarnos en la vigilancia, puesto que teníamos la luna para controlarlos se lamentaban.
Habia acontecido que aquellos animales perdidos, aprovechando la claridad de la luna se adelantaron un tanto, y a cierta distancia vieron numerosas vacas que se dirigían al rió, corriendo tras de ellas, trataron de alcanzarlas, ya cerca al rió las vacas se detuvieron a pastar y tomar agua. La tradición cuenta que algunas de dichas vacas estaban en celo, además esas becerras eran vacas encantadas, los toros perdidos que se entroparon a la manada de vacas, también fueron encantados al instante.
Ingresando al rió tras de una vaca uno de de los toros se convirtió en piedra, y el otro que permaneció en la rivera, producto del encantamiento también se convirtió en roca parecida a un toro.
Los vecinos del lugar, así como lo viajeros nocturnos que por ese sitio transitan, dicen que en cada lunación a cierta hora de la noche, el toro que ingreso al rió sale a pelear con el que se quedo en el campo, ambos mugiendo a rabiar como quienes se desafían, se enfrascan en peleas duras, sangrientas y terribles, muchas veces terminan la pelea completamente magullados, con el cacho desollado, después de estas peleas regresan a sus lugares de encantamiento, quejándose por la perdida o el triunfo de dichos encuentros sangrientos.
Los animales que habían caminado casi todo ese día y el día anterior también, se echaron en el pasto para descansar, uno que otro pastaba y tomaba agua.
Cuando terminaron de comer y de beber se quedaron profundamente dormidos hasta el amanecer, cuando despertaron, contaron los animales y faltaban dos de ellos, volvieron a contar, siempre faltaban dos, ¿qué había ocurrido con los dos animales?, el acompañante salió en busca de los bueyes perdidos algunos kilómetros adelante, busco también a los costados e incluso retrocedió en el trayecto, ni rastro de ellos , tampoco había un pastizal mejor donde podían haber estado, ni apriscos de reses donde podrían haberse entropado, decepcionados con la perdida de sus dos mejores toros, después de tomar un frugal desayuno ensillaron sus caballos, y continuaron el viaje esperanzados en que quizás en el camino pudieran tropezarse con ellos, pero no ocurrió nada.
Seguramente algún abigeo estuvo siguiéndoles y en cuanto se durmieron, se llevaron dos de los mejores animales para rematarlos por ahí, se dijeron, eso ha podido pasar, hemos debido turnarnos en la vigilancia, puesto que teníamos la luna para controlarlos se lamentaban.
Habia acontecido que aquellos animales perdidos, aprovechando la claridad de la luna se adelantaron un tanto, y a cierta distancia vieron numerosas vacas que se dirigían al rió, corriendo tras de ellas, trataron de alcanzarlas, ya cerca al rió las vacas se detuvieron a pastar y tomar agua. La tradición cuenta que algunas de dichas vacas estaban en celo, además esas becerras eran vacas encantadas, los toros perdidos que se entroparon a la manada de vacas, también fueron encantados al instante.
Ingresando al rió tras de una vaca uno de de los toros se convirtió en piedra, y el otro que permaneció en la rivera, producto del encantamiento también se convirtió en roca parecida a un toro.
Los vecinos del lugar, así como lo viajeros nocturnos que por ese sitio transitan, dicen que en cada lunación a cierta hora de la noche, el toro que ingreso al rió sale a pelear con el que se quedo en el campo, ambos mugiendo a rabiar como quienes se desafían, se enfrascan en peleas duras, sangrientas y terribles, muchas veces terminan la pelea completamente magullados, con el cacho desollado, después de estas peleas regresan a sus lugares de encantamiento, quejándose por la perdida o el triunfo de dichos encuentros sangrientos.
Los campesinos del lugar criadores de ganado vacuno, en las fiestas de los carnavales, tocando sus k’ok’oros (4), danzando según sus costumbres van al río donde permanecen los toros convertidos en piedra, llevando vino, coca y chicha para darles de beber a fin de que sus ganados se procreen y fructifiquen mejor durante el año venidero.
(1) Cayhuma, hoy conocido como Caylloma Provincia de Arequipa
(2) Pampamarca, distrito perteneciente a la provincia de Canas Cusco.
(3) Ccaccapunko, sector próximo al distrito Kunturkanki en la provincia de Canas Cusco, a este sector se le atribuye bastantes leyendas de encantamientos y apariciones de espiritus.
(4) K’ok’oro, nombre como se conoce en el sector de Canas al instrumento musical conocido también como Pinkuyllo en otras zonas como Espinar
AUTOR: Miguel David Zapata Alvarez
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