
Según cuenta la leyenda, procedente de uno de los conventos de la ciudad del Cusco como era costumbre en la época de la Colonia, salió un grupo de religiosos jóvenes con dirección a las provincias y distritos del interior de la jurisdicción del Cusco, con la finalidad de recoger los diezmos y primicias de los fieles, también con el propósito de administrar los sacramentos del bautismo, la confesión, el matrimonio y los santos oleos si así fuera el caso a los moribundos indígenas en los lugares mas apartados del territorio Cusqueño.
En tales circunstancias los hermanos visitaron sector por sector a los señores campesinos, incluso en aquellas zonas mas apartadas de la cordillera, siendo recibidos con amor y cariño, en cada lugar, de tal forma que los lugareños abonaban sin pretexto el adeudo requerido, ya sea en dinero efectivo, en especies o en animales, así los religiosos con ese cargamento iban recorriendo ayllu por ayllu toda la comarca, arreando los animales que llevaban consigo, sin que no quede un vecino que no hayan visitado , en esas andanzas llegaron al pueblo de Layo(3) y de este lugar debían pasar al poblado de Pichigua(4), y como el cargamento era pesado no podían avanzar con prisa, además los animales que llevaban consigo eran de menor monta, viendo esta dificultad los religiosos se dividieron el cometido, proponiéndose peinar la puna del Laramaní por sectores o trechos, así uno de los religiosos se dirigió al cerro Laramani, coronando casi la cima de dicho cerro, cansado ya de tanto subir y bajar caminos escabrosos, viendo una roca propicia como para sentarse, se dirigió a ella y procedió a sentarse, mientras meditaba en lo que le quedaba aun por caminar, contemplaba la pampa que se extendía y perdía en lontananza, de pronto se sorprendió al ver acercarse por el camino a una joven indígena, de una belleza muy peculiar bastante atractiva, de buen porte, con bonita vestimenta y con un sombrero de lana que le cubría la cabeza, la cual al ver al padre le saludo en idioma quechua con mucho respeto, a lo que el religioso con trato afable y cariñoso contesto el saludo, preguntándole a la campesina de que lugar venia, contestando la buena mujer, que era de un lugar cercano mientras con la mano señalaba dicho paraje, y el eclesiástico dirigió su mirada hacia el sitio señalado por la mujer, viendo un terreno único, hermoso y maravilloso, y efectivamente según cuenta la leyenda, en el lugar donde queda emplazada la actual laguna de Laramaní, había una campiña muy fértil, toda ella cubierta de vegetación, con numerosos árboles, muchos animales, bonitas viviendas y gente muy trabajadora, siempre en constante movimiento y casi siempre labrando la tierra con el arado.
Admirado el monje con todo lo que vio, preguntó nuevamente por el nombre de tal ayllu, respondiendo muy atentamente la mujer, que no sabia como se llamaba esa comunidad, ya que hace poco se había mudado a ese lugar y que por ahora, recién se estaba familiarizando con la zona, el monje curioso nuevamente inquirió, y ahora a donde te diriges?, y por que motivo?, la campesina sin inmutarse, le respondió que iba al poblado próximo a visitar a sus padres que vivían allí, y que al día siguiente estaría de regreso nuevamente, el fraile satisfecho con las respuestas recibidas, se despidió de la mujer, y continuo meditando sobre el paradero de sus compañeros que ya no debían tardar en aparecer, para no sorprenderlos con su ausencia, si se le antojaba visitar esa floreciente comunidad.

(1) Q’aq’a.- Termino quechua para designar a un peñón de roca.
(2) Laramani.- Cadena de cerros en la provincia de Canas y colindante con la provincia de Espinar
(3) Layo.- Distrito de la Provincia de Canas
(4) Pichigua.- Distrito de la Provincia de Espinar.
AUTOR: Miguel David Zapata Alvarez
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