domingo, 19 de diciembre de 2010

LEYENDA DE LA LAGUNA DE LANGUI – LAYO


Se cuenta que por los años 1700 a 1800 en la quebrada de Langui y Layo existían dos pueblos prósperos del mismo nombre, separados uno del otro por una distancia de 10 kilómetros aproximadamente.

Un día de jolgorio dos vecinos lugareños importantes, ambos de estirpe española, decidieron emparentar sus familias, casando a sus hijos, el de Langui a su hija con el de Layo cuyo hijo mancebo se encontraba en edad de contraer nupcias, fijaron fecha y emprendieron los preparativos y demás para la boda.

El día señalado la familia de Layo y sus invitados se trasladaron a Langui, donde el Párroco local bendijo el matrimonio, era un gran día de fiesta, danzarines de Langui y Layo animaban la fiesta.


Se dice que a la hora del banquete en el momento en que los invitados tomaban asiento al contorno de la mesa cubierta de mantel largo, se presento un anciano cubierto de harapos con la nariz tupida de moco, con restos de coca masticada, sucio, con signos de no haberse aseado por mucho tiempo, buscando un lugar preferencial para sentarse. 

Al ver la escena los padres de los novios llamaron a los sirvientes, ordenándoles que sacaran inmediatamente de la sala al anciano que recordaban no haberlo visto nunca antes, menos haberlo invitado, los sirvientes ejecutaron la orden, expulsando de la fiesta al pobre anciano a punta de empellones hasta ponerlo en la calle.

La cocinera que con motivo del matrimonio habían contratado, al oír la bulla y el alboroto que se había armado en el patio de la casa, salió a curiosear y vio a un pobre pordiosero al cual, los sirvientes estaban maltratando y humillando, inmediatamente regreso a la cocina, y cogiendo los comestibles que ella estaba reservándose para después llevárselo a su casa, salió apresurada, entonces dirigiéndose al anciano que daba lástima, le entrego con cariño aquello que se había guardado, mientras con el orillo de su falda le limpiaba la boca y el moco de la nariz. 


Entonces el anciano agradecido se dirigió a la mujer y le dijo: ¡Mujer Sal inmediatamente de este pueblo!, ¡y a toda prisa procura coronar la cumbre de la apacheta¡ No voltees para nada hasta perder de vista a este pueblo! La caritativa mujer, obediente siguió las instrucciones como el anciano le había indicado y salió de la fiesta.

La leyenda cuenta que cuando le faltaba poca distancia para voltear la cumbre, sintió deseos de miccionar y como estaba en plena ladera, al ponerse en cuclillas para orinar tuvo que voltear.


En ese instante vio que una bola de agua semejante a un rollo de bayeta de color azul, iba desenrollándose sobre ambos pueblos, cubriendo, inundando y sepultando en agua los poblados de Layo y Langui. La mujer de buen corazón por desobediente fue convertida en una roca de cuya base actualmente mana agua.

En el momento de la inundación los bailarines se acordaron de sus santos y como pudieron, libraron a toda prisa las imágenes de la Virgen de la Asunción, patrona de Langui y la imagen de San Marcos santo patrón de Layo.


Además es sabido que los pobladores tanto de Layo como de Langui, cuando se refirieren a este acontecimiento el cual narran con lujo de detalles y en diferentes versiones, coinciden que el mendigo al que tan hostilmente trataron y que visito esos pueblos, era el Señor Todopoderoso en persona.

Se cuenta también que en los primeros años posteriores a la inundación y épocas de lunación las campanas repicaban convocando a los pobladores a concurrir a la celebración de la misa, también se refiere que la campana mayor de la iglesia de Layo, en una ocasión había flotado a la orilla de la laguna a unos 10 metros aproximadamente, los pobladores al ver la campana tan cerca, decidieron recuperarla para colocarla en la nueva torre que construyeron, entonces amarraron la campana con soga, lazos y reatas, no pudiendo moverla ni un centímetro de su lugar, entonces incrementaron el número de personas y cuerdas para aumentar la fuerza tractora, y con tal motivo ellos también sujetaron sus cuerpos por la cintura a las cuerdas, entonces de pronto la campana que parecía estar encantada, se movió, comenzando a rodar hacia las profundidades de la laguna, llevándose consigo a las personas que no podían zafarse de las cuerdas que les sujetaban los cuerpos.




Autor : Miguel David Zapata

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