sábado, 4 de junio de 2011

AMBROSIO, SIETE VIDAS

Un día de Abril del año mil novecientos veintiséis, la señora Rudecinda mamá de Ambrosio, repentinamente fue sorprendida por los dolores de parto, producto del embarazo que llevaba por meses y que ese día parecían llegar a su termino.

Para que pudieran atenderla adecuadamente, sus parientes mandaron llamar a una comadrona, la cual acepto el trabajo con bastante dificultad y recelo, debido sobretodo a que la parturienta por auxiliar era primeriza.

Una vez en el domicilio de Rudecinda la comadrona le administró algunos mates de yerbas, los cuales tenían la propiedad de facilitar y apurar el acto del parto.

Mientras tanto la mujer en estado de parto, en esos momentos se encontraba triste como nunca había estado jamás, sin la presencia de su marido , quien según cuentan se había marchado el día que le engendro el hijo, la soledad le invadía y se sentía al pie del abismo.

Con aquellos dolores terribles que cada vez se agigantaban mas y mas, y que a esas alturas se hacían incontrolables e insoportables, ella gritaba inconteniblemente.

Llegado un momento la mujer solo atino a decir - agárrenme por favor que voy a desmayarme-.

La partera abrazándola fuertemente le dijo: ¡Puja, hijita, puja lo mas que puedas!.

En efecto así fue después de un pujo y como por arte de magia, el feto salió expulsado del vientre de Rudecinda.

En pocos instantes los dolores cesaron y el silencio del ambiente fue alterado por un grito infantil, corto, sonoro y profundo de desesperación.

Confirmando así su venida a este mundo, un hermoso angelito de color rojo bien oscuro, con buen peso, y con los ojos aun cerrados que se abrieron al instante, todavía unido a su madre a través del cordón umbilical, con la cabeza y el resto del cuerpo mojados por el liquido amniótico.

Acto seguido la partera siguiendo las costumbres ancestrales, atendió al bebito y posteriormente lo recostó al lado de su feliz madre. 

De esta forma irrumpió en el mundo Ambrosio, lejos de la ciudad en el campo, donde su señora madre tenía vivienda, animales y un pequeño terrenito.

Para don Saturnino Meza, padre de Ambrosio, la noticia de que ahora tenia un hijo en Rudecinda no le cayo nada bien, en primer lugar decía, que su supuesto hijo Ambrosio no era de tez clara como el, ya que mas parecía haber salido a su madre y era como ella retinto, morenito a rabiar.

En segundo lugar aclaraba que había intimado con Rudecinda tan solo en una oportunidad, y no en forma plena como el hubiese deseado, puntualizando ademas que en ese entonces Rudecinda era todavía virgen y no podía haberse embarazado.

Así que  sumido en su ignorancia  negó rotundamente  que Ambrosio fuera a ser hijo suyo, mas aun mostró su airada indignación al enterarse que le estaban imputando un hijo, que para colmo, tenia el mismo nombre y apellido de su padre don Ambrosio Meza.


Ambrosio nieto, sin padre visible y tangible que lo protegiera, era un niño engreído y mimado por su madre, y desde que adquirió alguna conciencia de su existencia, amo y entendió la vida que llevaba.

El medio geográfico, ecológico y social que le rodeaban eran impresionantes, la belleza del prado sobretodo en primavera y verano, la forma como las flores multicolores adornaban la alfombra verde del campo eran indescriptibles.

Los animales cuadrúpedos que pastaban y correteaban a su antojo, los reptiles como las culebras y los lagartos, o los batracios como los sapos y las ranas le fascinaban, así como aquellos animales salvajes que hacían su aparición de vez en cuando como el zorro, el zorrino, el venado, el puma, la vicuña y el guanaco.

Los pájaros rapaces, cantores y mal agüeros como el pucuycito de las punas que marcaban las horas, le causaban asombro, las codornices que infaliblemente cantaban a las dieciocho horas de todos los días, aves como el Martín pescador, el pájaro carpintero, ni que hablar  de la gaviota, el centinela, la perdiz  el quivio.

Quedando por mencionar el famoso huaych’o, quien apoyado en su canto de mal agüero, anunciaba de antemano la muerte próxima de alguien, y otras aves como el búho la lechuza y el mochuelo que también eran aves mensajeras de la muerte.

Algunas veces Ambrosio, pensaba que dichas aves tenían esa facultad de adivinar, porque su status de aves carroñeras, les permitía sentir con anterioridad el olor a cadáver, que despedían los anunciados para morir.

En ese contexto natural se regocijaba y podía afirmar que su entorno era variopinto e infinito y que no se encontraba en soledad como muchos creían.

Los fenómenos naturales como la lluvia, la granizada, los rayos destellantes, que iluminaban las noches quietas y oscuras del campo,

El ichu(4) que parecía silbar cuando era arreciado por el viento que rugía, la nevada y la escarcha que súbitamente enfriaban  y congelaban el ambiente.

Estas y otras manifestaciones naturales, poco a poco fueron fortaleciendo y moldeando su carácter de niño inquieto.



Como Ambrosio era hijo primogénito  era un niño muy apreciado y valorado para su madre, le bastaba con abrir la boca para que sus gustos sean atendidos sin pretexto alguno.


A veces se le antojaba saborear algún plato preparado a base de carnes, sean estos correspondientes a cualquier becerro, cordero o chancho, elegidos por supuesto de antemano por el, e inmediatamente dicho animal era sacrificado.

Su madrecita que tanto lo amaba, solía servirle dicho plato bien colmado, para que en lo futuro no tenga porque antojarse de otro plato similar, y menos parecer ante la gente como si nunca hubiese probado algo igual.

En ciertas ocasiones tenia antojos de frutas o golosinas que no existían en el campo, su madre que lo mimaba con locura, enviaba a sus ayudantes al pueblo para que pudieran conseguirle y comprarle dicha fruta o golosina.

Con el tiempo solamente la muerte de su madre cuando ya era adulto logro que se olvidara de sus majaderías y engreimientos.


Pronto la adolescencia llegó y su fijación ahora se traslado a personas del sexo opuesto, jovencitas como el todas adolescentes, la adicción por las mujeres se fue convirtiendo en una constante incontrolable, el cual continuo marcando toda su vida posterior.

Si habría que describir en palabras como era Ambrosio de adulto, se podría decir que era un hombre de talla regular, de cuerpo bien formado, de tez morena, de habla bilingüe, de raza mestiza, buen compañero, mejor amigo, sincero y leal, que odiaba la mentira y amaba la honestidad, entre sus vicios prefería el alcohol a la cerveza claro siempre en forma moderada, y ni que hablar de las mujeres las amaba a todas sin restricción, algunas taras de la vida como las bromas pesadas, el engaño o la traición, la hipocresía y otras no las toleraba.


En su juventud sorteo la vida de mil maneras, librándose milagrosamente de la muerte en varias oportunidades, y habiéndose convertido con los años en un jubilado, era como una pesadilla para las enfermeras y médicos de la seguridad social, a quienes como buen  contribuyente que era los ponía casi siempre en apuros, por cualquier molestia de su salud y a cualquier hora.


Tenia como profesión la docencia, con especialidad en el nivel primario, también tenia otra profesión que poco o nada ejerció la de ser técnico agropecuario, asimismo fue autor de un libro inédito el cual estaba referido a la didáctica Especial para niños campesinos.



Como cualquier pedagogo primario en medios rurales, había soportado estoicamente como parte de su profesión, el hambre, la sed, el clima, las incomodidades sinfín que los centros educativos ofrecían, la falta de vivienda digna, carencia de aulas y mobiliario escolar, privación de materiales de enseñanza, inexistencia de movilidad a los centros poblados, vivir en constante soledad, alejado de la civilización, ausentismo escolar frecuente, indiferencia de los padres de familia por mejorar la educación de sus hijos, etc.

Un día de los muchos vividos como picaflor andino, habiéndose saturado a no mas, de succionar el néctar de las flores, dejando contra su voluntad sus buenas costumbres de picaflor experto, las cuales estaban impregnadas de lascivia y amor placentero fácil, decidió al fin contraer nupcias con una agraciada señorita solterona, de ocupación profesora, que para variar era madre soltera y con una niña muy engreída, la susodicha dama trabajaba en una escuelita muy distante del centro de trabajo del famoso picaflor, ubicada en sentido opuesto a varios kilómetros de distancia. Su decisión de dejar la soltería, se dio así de improviso, al enterarse que la aludida señorita estaba esperando un retoño suyo.

Una vez que estuvieron casados, los kilómetros que los separaban, hicieron que ambos contrayentes vivieran cada cual a su manera, sin la llama del amor de un hogar fijo y permanente, solamente en épocas de vacaciones escolares, compartían el mismo techo el uno al lado del otro. Fuera de esas épocas de asueto escolar la vida separada que llevaban comenzó a pasarles la factura.

Así de esta forma los celos enfermizos fueron envenenando sus almas en discordia, y también los chismes de cualquier índole fueron menudeando por doquier en sus vidas, consiguiendo que las peleas y desavenencias se hicieran cada vez mas constantes y frecuentes.

En esta coyuntura de diferencias, su esposa y la hijastra empezaron a odiarlo a muerte, y las campanadas del divorcio y la separación empezaron a sonar cada vez con mas fuerza, provocando que la ruptura de la unión sea inminente y en cualquier momento. Hasta que finalmente la separación anunciada llegó, aunque muchos años después de la separación previa de cuerpos, finalmente el divorcio definitivo a través de papeles se cristalizó.


En Lima Ciudad de los Reyes

Ambrosio viajo a Lima para conocer la capital de la república del Perú, ciudad llena de historias y tradiciones, ensalzada y coronada por reyes y virreyes, sede de los poderes del estado y de las mejores universidades, hospitales, fabricas, bancos, museos, etc., por desgracia también hábitat preferido por gente de mal vivir como: ladrones, pandilleros, secuestradores y otros. 

Apenas llego a Lima varios taxistas se le acercaron para ofrecerle sus servicios, el amablemente rehusó aceptar dichos servicios, por temor a ser victima de un asalto perpetrado por los mismos conductores, ya que había sido advertido que era frecuente que los propios taxistas asaltaban a sus pasajeros, prefirió entonces caminar a pie hasta un hotel próximo, donde alquilo una habitación con cama individual y alimentación incluida.


Al día siguiente recordó que un pariente suyo vivía en uno de los distritos de la capital, por lo que decidió visitarlo, para ello se compró un libro guía donde ubico el lugar de la dirección buscada, asimismo se familiarizo con las rutas seguidas por los tranvías que prestaban servicio de transporte. Encontrando así que uno de los tranvías, hacia su recorrido por un trayecto, distante a pocas cuadras del lugar indicado, donde supuestamente vivía su pariente.



Procedió entonces a ubicarse en la esquina y observar cual era el tranvía que debía de tomar, hasta que llegó un tranvía con la ruta que indicaba el libro guía.

El tranvia estaba totalmente atestado de  pasajeros, quienes hasta en los estribos del mismo venían encaramados como si estuvieran en ese lugar a propósito.


En ese instante recordó también que alguna vez, le habían advertido que los ladrones solían viajar en dichos estribos, porque consideraban que era el lugar mas aparente y apropiado para cometer sus latrocinios.

No le quedó otra alternativa también que treparse al estribo, y cuando apenas estuvo tomando sus precauciones y acomodándose, los ladrones lo vieron, y al instante lo confundieron con otro ladrón y por ende potencial competidor.

Entonces al unísono pensaron que el muy fresco estaba invadiendo la zona intangible de ellos, e inmediatamente decidieron deshacerse cuanto antes de el, y cuando apenas el tranvía se puso otra vez en movimiento y alcanzo cierta velocidad, se acercaron al intruso y entre todos lo rodearon, aislándolo a propósito de los demás pasajeros.

En un momento oportuno para ellos e inesperado para el, le propinaron un empujón tan fuerte y letal, que el pobre Ambrosio salió volando al aire, como si fuera un fardo disparado fuera del estribo, cayendo pesadamente con estrépito al piso de la vía, habiendo tenido mucha fortuna de que en ese instante ningún vehículo estuviera circulando por la pista, ya que de lo contrario otra habría sido la historia de su vida.

Cuando por fin medio aturdido se estaba levantando, repentinamente hizo su aparición un vehículo a toda velocidad que casi lo atropella, el mismo que paso raudo a escasos centímetros de su cabeza aun gacha, provocando que todo su cuerpo y alma se le erizasen por el susto adquirido. Esa fue la primera vez que sintió la muerte tan cercana y de la cual gracias a Dios salió bien librado.



El Potro Salvaje

En la tropa de caballos de su propiedad, Ambrosio tenia un hermoso potro de color castaño oscuro, con la frente y la cola de color blanco, un verdadero animal de afición, que una vez amansado se podría haber convertido en uno de los mejores ejemplares para las competencias hípicas que se celebraban cada año en la capital de la provincia de Espinar.

El potro era una bestia noble, de buena alzada, tenia las patas gruesas, el pecho pronunciado, de cuerpo largo, poca crin en la cola, muy inteligente, siempre atento al menor ruido en todo momento, codiciado por los aficionados y criadores de caballos, ya que poseía cualidades naturales e innatas.

Ambrosio con la intención de sacar provecho de la posesión de dicho animal, contrato un domador de caballos bastante experimentado, quien al enlazar al potro por primera vez, hizo que el animal se desesperara, queriendo saltar la barda del cerco para escapar.

En un momento determinado la bestia se paro de dos patas, e inesperadamente salto sobre el cerco, abandonando el corral  donde  anteriormente  se  encontraba  junto  con  los otros caballos de la tropa.


El domador también salto y corrió tras de el, una vez en el campo habiéndolo sujetado con la cuerda, el corcel salvaje trato de corcovear, pero el hombre picador de caballos, empezó la rutina obligando al animal para que trotara en forma circular, impidiendo que el potro emprendiera carrera a campo abierto, poniéndose a veces hasta de cuclillas con el cuerpo hacia atrás, tocando casi el piso, logrando que el caballo producto de la fuerza ejercida sobre el lazo atado a su cuello cayera al suelo, esperando de esta forma flexibilizar el pescuezo duro del solípedo, el cual una vez amansado pudiera obedecer cualquier demanda de la rienda a colocarse posteriormente.

Así estuvo realizando estas maniobras muchas veces, hasta que el animal salvaje pareció acostumbrarse a la rutina circular. Finalmente el domador acercándose a la bestia cogió sus orejas y ordeno a su ayudante que le colocara la traba y la silla inmediatamente, el cuadrúpedo al verse albardado se espanto y ofreció tenaz resistencia, pero como las orejas eran su debilidad, a duras penas relinchando se dejo fajar la cincha, una vez ensillado, le pusieron una venda y la rienda, aflojando poco a poco el lazo con que inicialmente estaba inmovilizado.

Entonces el picador de un salto subió al corcel y ordeno al ayudante destaparle la venda, el caballo al verse liberado de dicho obstáculo trato de correr hacia la tropa que diviso a lo lejos, entonces el ayudante también cabalgo otro caballo y corrió delante del potro salvaje guiándole en su primera carrera con jinete a cuestas.

Ambrosio estaba observando atentamente como el domador sometía a la bestia, entonces cuando observo que el caballo había cedido a las ordenes del domador, el sintió que su turno había llegado, y se imagino varios escenarios, como aquel recuerdo, que estando realizando su servicio militar en el arma de  caballería, había  observado  practicas ecuestres de salto, y rememoró la forma como estas le habían impactado por su elegancia y plasticidad.

Entonces por casualidad diviso a lo lejos una valla de tepes que le servirían como obstáculo natural para concretizar sus practicas hípicas.


Después de que el animal fuera dejado en libertad por el domador, Ambrosio ordeno que nuevamente se ensillara al potro casi domado.

Inmediatamente se subió al potro y empezó a cabalgarlo imaginando ser un jinete consumado, con un chicotazo inicial emprendió carrera hacia la valla divisada anteriormente, entonces encontrándose a pocos metros de la valla espoleo al animal para que este pudiera saltarla, pero ocurrió lo inesperado, en inmediaciones de la valla la bestia prefirió no saltar y freno en seco, lanzando el cuerpo de Ambrosio al aire por encima de la valla hacia el otro lado, cayendo pesadamente de cabeza en el suelo duro.

Había tenido la suerte de no caer en un trozo de roca con punta filuda que estaba a pocos centímetros del lugar donde cayo, con la cabeza pesada y adolorida, aun medio desmayado comenzó a reincorporarse, entonces tomo conciencia verdadera de su intrépida insensatez, y levantando las manos hacia el Señor Todopoderoso, le dio gracias por haberle arrancado de las garras de la muerte una vez mas.


El potro salvaje había desaparecido espantado de la escena, dejando rifados en el suelo lazo, montura, carona, y riendas así como los sueños de equitador de Ambrosio, mas tarde lograron ubicar al garañón salvaje.

A partir de ese momento, el potro dio un giro de 180 grados en su comportamiento, había aprendido a espantarse, corcovear y patear elevándose con las patas traseras, utilizaba las orejas para reaccionar ante cualquier ruido o movimiento extraño, y ya no permitía que le cabalgaran o ensillaran por ningún motivo.



En el Puerto Bravo de Mollendo

Ambrosio el hombre de siete vidas, estuvo de paso por la ciudad de  Arequipa,  como siempre ávido de conocer hasta los últimos rincones de cualquier lugar, recorrió Arequipa de cabo a rabo y como era época veraniega, quiso ahora conocer las maravillas del mar, con esta intención se embarco en el tren de pasajeros que partía hacia el puerto de Mollendo, llegando a esta en horas de la tarde.

En esos años de los cuarenta, Mollendo capital de la Provincia de Islay, Departamento de Arequipa era un poblado pequeño, con hermosas playas concurridas por bañistas de todos los lugares, y su puerto aun era uno de los puertos principales del Sur del Perú.

Apenas llego a dicho poblado de primera intención busco acomodarse, alquilando una habitación en un hotel decente, habiéndose aseado salió a recorrer las calles, encontró que la ciudad estaba edificada mayormente en terreno rocoso, las casas eran construcciones de madera a la usanza española, con techos de madera algunas viviendas y con barro mas carrizo las otras, los pisos de las casas también eran de madera en algunos casos y en la mayoría eran de ladrillo.

Tenia una plaza principal y un mercado pequeño bastante peculiar, la comida expendida era deliciosa y agradable, preparada fundamentalmente a base de productos marinos, el aire que se respiraba en las calles estrechas era cálido, matizada en momentos por oleadas frías de la brisa marina.

Pudo observar también el mar motivo de su visita, que como gigante atrapado, lucia apacible y se extendía a su vista, era un manto azul inmenso, interminable, que se perdía en el horizonte hasta juntarse con el cielo también azul, estaba tan impresionado que se quedo un buen rato, filosofando sobre la maravilla y el éxito de la creación divina, escudriñando con la vista lo imposible.

Al día siguiente después de desayunar, temprano aun, se dirigió hacia el muelle antiguo y pudo observar que a lo lejos se podían divisar barcos gigantes que llegaban y salían del puerto, también vio algunos bañistas que se dirigían a la playa. Por la tarde después de almorzar se dirigió a la playa con la intención de darse un chapuzón en ese mar que lo había maravillado. Cuando ya estuvo en la playa vio que por fortuna habían pocos bañistas, decidió entonces caminar por la playa, dirigiéndose hacia la parte rocosa donde se divisaba un castillo antiguo.

Escogió una roca aparente casi al nivel del mar para sentarse y descansar, así durante varios minutos estuvo observando como las olas venían y se alejaban, acercándose peligrosamente al lugar donde se encontraba.

Repentinamente una ola mucho mayor que las anteriores alcanzo la roca donde descansaba y su cuerpo fue arrastrado como pluma de ave hacia mar adentro.

Cuando quiso reaccionar se dio cuenta que estaba muy lejos de la playa, gritaba una y otra vez pidiendo auxilio, agitaba las manos con desesperación, pero nadie acudía en su auxilio, como se había alejado voluntariamente de la playa, ninguno de los concurrentes se había percatado de la situación en que se encontraba.

De pronto el mar lo tapaba por completo, lo ingresaba hacia mar adentro, y otra vez el vaiven de las olas, simulaban devolverlo a la playa, pero el sentia que habia llegado su momento final, y que inexorablemente era tragado por las aguas del monstruo marino.

En un momento determinado para su fortuna o desgracia, sintió que las olas esta vez lo estaban arrastrando hacia las rocas ubicadas en inmediaciones al castillo de donde había sido arrancado.

La ola que lo arrastraba como una montaña con vida se dirigía hacia las rocas con una fuerza y velocidad incontenibles, solo atino  a  encomendarse  al Señor y cubrir con sus manos su cabeza, en pocos instantes su cuerpo indefenso fue estrellado contra las rocas con una furia descomunal.

Por esos azares del destino en esos segundos fatales de impacto no se desmayo, quedo como pegado a las rocas y logro desprenderse del vaivén de las olas.

Como en sueños trato de asirse a un lugar mas seguro y con el cuerpo adolorido arrastrándose estiro sus manos para sujetarse a algo fijo y pudo subir a otra roca, y cuando se estaba acomodando vio como las olas se estrellaban y reventaban, contra los peñascos que apenas hacia unos segundos o momentos, su cuerpo también había impactado.

Volvió a subir mas arriba y finalmente salió de la zona, totalmente magullado con heridas y rasmillones en todo el cuerpo, se había salvado una vez mas por designio divino, la muerte otra vez había desistido de llevárselo.




Ocoruro la tierra prometida

Cuando Ambrosio aun era joven, fue trasladado al centro educativo de la Comunidad de Ch’aquella comprensión del Distrito de Pallpata, Provincia de Espinar, lugar abandonado y solitario, ubicada en proximidades al poblado de Ocoruro y cerca de la laguna de Sutunta, la cual era abundante en truchas y aves salvajes, donde junto con los niños solían pescar truchas o atrapar aves, introduciéndose en la laguna por grupos, premunidos de sogas, hondas y lazos, para arrear las aves hasta la otra orilla donde otro grupo los esperaban con el fin de atraparlos.


En cercanias a este local escolar también se encuentra una fuente de agua termal que brota del lecho del rio Salado(5), mas precisamente en los orígenes de este rio, fuente donde los niños y Ambrosio solían bañarse cada vez que querían.

Como se indico anteriormente a una distancia aproximada de 10 km, se encuentra el pueblo de Ocoruro, Capital del Distrito del mismo nombre, lugar donde concurrían los profesores de ese sector sobre todo en los días de fiesta, feria semanal, aniversario patrio, aniversario del distrito, etc.

Aprovechando la fiesta patronal, Ambrosio suspendió las labores escolares y se dirigió hacia a Ocoruro, con intenciones sanas de diversión y de votar una cana al aire, allí en medio de copas que iban y venían, los vecinos del lugar le insinuaron que tomara el cargo del Santo Patrón para el año siguiente, el se negó rotundamente a aceptar dicha proposición, tomando en cuenta el exiguo sueldo que percibía y el gasto oneroso que dicho cargo demandaba. 

Entonces opto por apartarse disimuladamente del grupo, siguiéndole en su propósito otro amigo suyo, ambos evasores buscaron un lugar donde pudieran continuar libando algunos tragos más. Encontrando una tienda pequeña bien surtida cercana al lugar de la fiesta, entonces pidieron algunos tragos y se dedicaron a ingerirlos entre risas y carcajadas con entusiasmo inusitado, ubicándose para ello cerca de la puerta de ingreso a la tienda.

De cuando en cuando los del cargo para realzar la fiesta, quemaban cohetes voladores, los cuales tronaban estrepitosamente en el aire, también se podía oír los sonidos del arpa y el violín, que interpretaban toda una gama de huaynos a cuyo son los fiesteros danzaban frenéticamente. 

En lo mejor de la fiesta, uno de los cohetes de los tantos que quemaban y lanzaban al aire, no logro elevarse lo suficiente al espacio, cambiando su rumbo intempestivamente, entonces se dirigió justo al lugar donde se encontraban Ambrosio y sus amigos libando.

El profesor de Cha’quella al ver que el proyectil se acercaba hacia ellos con bastante velocidad, apenas pudo retirar el cuerpo unos centímetros ya que el cohete reventó a la altura de su corazón, casi rozándole el cuerpo, lanzando chispas candentes, las cuales incluso alcanzaron a quemar parte de la tela de la ropa que vestía. 

Salvándose una vez mas por un milagro de tremenda desgracia, aquella mortífera explosión habría sin duda convertido al profesor en su víctima segura, sus amigos también ensordecidos por la explosión se asustaron de sobremanera, Ambrosio estaba muy nervioso y un frío sudor que no podía contener invadía su rostro congelado, sus compañeros para intimidarlo mas, le recordaron sobre su negativa para aceptar el cargo de la festividad, increpándole su cobardía y tacañería, por lo que ahora el Santo Patrón le estaba pasando la factura.

Pero el sabia en su corazón, que el Señor Todopoderoso a quien amaba con toda su alma, aun le tenia reservada la vida.

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